“Nadie dijo que la vida fuera fácil” y no lo es. A lo largo de la vida vivimos una gran cantidad de experiencias y situaciones que requieren de nosotros un enorme gasto de energía y de recursos emocionales.
Desde pequeños, todos partimos con una bolsa simbólica de recursos, diferente para cada uno, con los que hacer frente a los sucesos desagradables que a veces tenemos que afrontar en la vida, como la muerte de un ser querido, una ruptura, un trauma, etc. Cada evento traumático desencadena un conjunto de reacciones por nuestra parte, dirigidas a reparar el daño y a recuperar el equilibrio. Pero esa reparación tiene un “precio” y éste consiste en un “gasto” en nuestra bolsa simbólica de recursos.
El duelo tiene un gran impacto en la persona y la obliga a hacer un desembolso de recursos, de tal manera que la capacidad de cada doliente para afrontar un duelo dependerá en cierta forma de la cantidad de recursos que tenga en ese momento para hacer frente a la pérdida. Y dicha cantidad dependerá en gran medida de los eventos anteriores o “gastos” que haya tenido que hacer, en función de las distintas experiencias que haya vivido esa persona hasta ese momento.
¿Qué ocurre cuando el saldo emocional que tenemos es negativo?
A veces puede suceder que en la vida hayamos tenido que hacer frente a muchas pérdidas, lo que podría determinar que hubiera habido que hacer muchos gastos. Es el caso de las personas con historias duras, pasados tortuosos, que han sufrido múltiples pérdidas o han vivido experiencias trágicas.
En esos casos, la capacidad de afrontamiento está limitada, igual que una cuenta bancaria estaría en números rojos cuando una persona ha tenido que hacer frente a gastos imprevistos. Entonces nos podríamos encontrar con una persona sin energía, desesperanzada y sin ganas de luchar.
¿Qué hacer en estas situaciones?
En las ocasiones en que nos encontramos con un “saldo” insuficiente para hacer frente a la pérdida, hay que trabajar para ganar recursos, para generar y recuperar un “saldo positivo”.
¿Cómo conseguir esto?
Se trata de generar un entorno de cuidado y de protección: vigilar el sueño, cuidar la alimentación, “mimarnos” de distintas maneras, pedir ayuda, dejarnos querer, buscar cariño, pedir abrazos, pedir lo que uno necesite y, sobre todo, nutrirse en el plano físico pero también en el plano emocional, de la forma y manera que cada uno necesite.
Fuente: http://blog.fundacionmlc.org/