La Muerte dijo – “¿Cómo voy a ser capaz de llevarme un esposo del lado de su esposa? ¿Cómo voy a arrancar un infante del pecho de su madre? ¿Cómo enfrentar el pecado de este trabajo sin corazón?”
Prajapati hizo un gesto para que se callara y dijo – “Tú estás más allá del pecado y la virtud. Tú no serás tocada por el pecado. La gente te llamará a través de su propio karma. Los seres humanos serán víctimas de su propio comportamiento bueno o errado, y tú sólo los liberarás del dolor, les darás paz después de la tormenta y un nuevo nacimiento a partir de uno anterior”
“Pero” – dijo la Muerte – “cuando las esposas, hijos e hijas, madres y padres, estén en medio del dolor ¿Cómo voy a presenciar estas dolorosas escenas?”
El Creador dijo – “Entonces te quitaré la vista. De ahora en adelante serás ciega”
“¿Y sus llantos y lamentos?” – Preguntó la Muerte – “¿Los desgarradores lamentos de hombres y mujeres?”
“Entonces serás sorda. Ninguna voz llegará a tus oídos” – dijo Prajapati
Por lo tanto la Muerte es ciega y sorda; las enfermedades son guiadas de la mano de aquellos que han convocado su propio karma. La Muerte es inocente.
Al igual que muchas otras religiones, el Hinduismo niega la finalidad de la muerte y tiene su propia respuesta a la eterna pregunta de la humanidad: ¿Qué viene después?
Los hindúes son enseñados a considerar la muerte como el fin de lo físico, el cuerpo material o “dehanta” y no como el final de la existencia. La muerte es opuesta al nacimiento, no a la vida. Es un intervalo entre vidas y es un pasaje hacia la próxima vida. Hasta la liberación final del moksha o mukti de los ciclos de la vida y la muerte, el hombre está destinado a una repetición interminable de renacimientos y los textos imponen ver la muerte con ecuanimidad. La vida y la muerte no son vistas como entidades de polaridades opuestas, se consideran facetas de un mismo ciclo interminable.
El proceso de la reencarnación comienza con la muerte del cuerpo físico. La persona se separa de su “bhuloka” el cual ha sido el hogar terrenal de su “alma” cuando estaba vivo, y ahora esa entidad pasa al mundo astral temporal para completar su continuidad. Este mundo intermedio o “antarloka” se subdivide a su vez en: cielo, infierno y un “mundo de espíritus” intermedio o “pretaloka” donde la mayoría de las almas permanecen esperando su transición al cielo o al infierno antes de renacer. Los cielos y los infiernos no son sitios de dicha o condena eterna, es sólo una etapa donde el alma del individuo disfruta o sufre las consecuencias de sus buenos o malos actos. Según la opinión de algunos, el hecho de que un alma vaya al cielo o al infierno no sólo depende de su balance kármico sino también de sus últimos deseos al momento de morir. Estos tendrán una poderosa influencia en la creación de su próxima vida, y determinarán el lugar donde renacerán.
En la cultura popular es muy común encontrar en los bazares y en las ferias de las villas coloridos posters donde no se le da mucha atención el estado de éxtasis celestial del alma en su relación con los Dioses, al contrario, las torturas de los 28 infiernos se destacan con colores llamativos y una gran riqueza de detalles. Los castigos para las fechorías parecen basarse en el principio “lex talionis” o ley de retaliación…”Ojo por ojo, diente por diente”. Al parecer esto no sólo se limita al Antiguo Testamento sino que también tiene un lugar en el concepto del Hinduismo sobre el infierno.
El infierno reservado para los que han comido carne, animales y aves durante su vida, serán “masticados” en carne propia. En el infierno para los adúlteros, tendrán que abrazar una pareja hecha de hierro al rojo vivo.
La casta, también, sigue al alma hacia el infierno, aunque con un pequeño revés: el castigo para los pecadores de las castas más altas, especialmente los brahmanes, es más severo que para los de las castas inferiores, debido a que se espera muy poco de ello en asuntos de moral. Así que por ejemplo, los tomadores de bebidas alcohólicas de las castas superiores, son obligados a beber hierro fundido. Un brahmán que haya tenido relaciones sexuales con una mujer de una casta inferior será arrojado a un infierno con excrementos, orina, sangre y flema. Los brahmanes que cacen animales silvestres pasarán a un infierno donde los Dioses de la muerte cortarán sus extremidades una por una.
Lo que es más sorprendente acerca de la Muerte en la tradición Hindú es la importancia de la familia y los lazos familiares aún después de muerto. Al morir, inmediatamente se llevan a cabo rituales a diario para ayudar al espíritu, el cual se encuentra confuso y desorientado, a separarse de la tierra y así romper todos los lazos con su existencia previa. El décimo día, por ejemplo, se ofrecen “pindas” o bolas de arroz o harina, que simbólicamente reconstituyen miembros específicos hasta que el cuerpo astral se completa el décimo tercer día. Además de esto, periódicamente se realizan rituales y sacrificios en los hogares, en ciertas épocas del año, que se llevan a cabo por el bienestar de los espíritus ancestrales cuyo objetivo es mantener el lazo entre los vivos y los muertos. De hecho, por las siguientes tres generaciones, la familia se mantiene activamente responsable por el bienestar del alma del difunto, mitigando su dolor si está en el infierno o empujándolo a niveles superiores hacia el renacimiento si está en el cielo, y finalmente hacia el moksha, que significa la liberación de los ciclos de vida y muerte.
Fuente: moriandikarlo.blogspot.com.ar